El día Jueves 10 de Noviembre tuve
la oportunidad de participar de la jornada que se dictó en el Normal 10, profesorado al cual asisto hace 4 años. En el
mismo se llevaron a cabo talleres, actividades y se realizó una conferencia sobre “El
diálogo en el aula y en la escuela: Una camino entre emociones y razones” a
cargo de Gustavo Shujman.
Gustavo, es profesor y Licenciado
en Filosofía (Universidad de Buenos Aires). Fue Coordinador del Área de
Formación Ética y Ciudadana del Ministerio de Educación de la Nación Argentina
(2000 – 2004). Coordinador del Área de Formación Ética y Ciudadana de la
Escuela de Capacitación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina.
Capacitador de directivos de escuelas primarias del Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires. Tutor y Profesor del Postgrado y Maestría virtuales en Educación
en Valores (Universidad de Barcelona – OEI). Autor de libros de texto para
estudiantes de escuelas secundarias en las áreas de formación ética y
ciudadana, filosofía, derechos humanos y ciudadanía, educación cívica
(Editorial Aique –Larousse, Buenos Aires) Autor y coautor de libros para
docentes: Formación ética y ciudadana. Un cambio de mirada (Octaedro-OEI,
Madrid) (coord.); Formación ética básica para docentes de escuelas secundarias.
(Editorial Desclée de Brouwer, Bilbao); Ciudadanía para armar (Aique) (coord.);
Temas fundamentales de la filosofía y aportes para su enseñanza (Serie: Aportes
para la formación docente; Editorial Biblos) (coord.). Ha dictado talleres,
seminarios y conferencias en países de Iberoamérica (Colombia, México,
Paraguay, Chile, España) en el marco de acciones propiciadas por la
Organización de Estados Iberoamericanos y la Universidad de Barcelona.
La conferencia comenzó con esta
frase “Nosotros como docentes críticamente somos responsables de los niños.
Tomamos la decisión libremente de ocuparnos de la educación de ellos, por eso
es nuestro deber transmitir valores y contenidos de la cultura”. Podríamos
decir que no escuchamos nada nuevo, que es algo que sabemos, que entendemos
todos los que elegimos esta profesión, pero hay me quedó resonando. La frase
tiene una palabra: “críticamente” es decir, no solo somos responsables de los
niños, sino que también debemos serlo de forma crítica. ¿Qué habrá querido
decir?...
Gustavo continuó hablando del “buen
docente”, que es aquel que “tiene algo que decir” pero además sabe “como”
decirlo, es aquel que dice con la expresión, con las palabras y sobre todo el que
busca que los niños también sean capaces de “decir”. Luego plantea un interrogante
¿para qué educamos? respondiendo de la siguiente manera:
- Según el Diseño Curricular educamos para formar a los niños para su paso a la primaria, para la formación de la ciudadanía y para prepararlos para el mundo del trabajo.
- Educamos para ayudar a que lleguen a la mayoría de edad, no en el sentido biológico o jurídico, sino que puedan pensar, expresarse y sentir por sí mismo.
- Educamos para que los chicos sean auténticos y puedan existir.
- Educamos para formar éticamente, permitiéndole a los niños a través de lo emocional y valorativo soportar y reconocer las cargas que atraviese.
Retomando lo anteriormente
nombrado, cuando habla de que los niños “piensen por si mismos” hace referencia
a lo que Kant plantea acerca de la existencia auténtica, en la cual la persona
piensa, siente y es por sí mismo.
Es interesante la comparación que
hace con “la realidad” de algunas escuelas, en especial en el nivel
secundario, en el cual los chicos repiten en lugar de “Decir”, de
pensar. Esto se contradice con el enfoque actual de enseñanza,
constructivista en el que el niño piensa, dice, refuta, defiende, investiga,
observa, confronta y construye su conocimiento; Por su parte el docente realiza un andamiaje
entre el conocimiento y el niño. Aunque nos parezca irreal esa postura que
Gustavo plantea, creo que todos deberíamos plantearnos ¿hasta qué punto
nosotros dejamos que los niños hablen/digan?, ¿realmente dejamos en la
cotidianeidad que siempre construyan su conocimiento o a veces por diversas
situaciones esperamos que sólo repitan?, ¿somos capaces de reconocer esto en
nuestra labor diaria?.
Hablar y pensar van de la mano, ya
que el niño que escucha piensa, se posiciona al hacerlo, pero para que esto
suceda le tenemos que dar lugar para hablar. Y creo que esto es lo más difícil
para nosotros y para cualquier ser humano, transformarnos en espectadores, tomar una actitud neutral, como dice Gustavo, dejando pensar a los chicos,
logrando que sean críticos y reflexivos.
También hace referencia al diálogo,
palabra de origen griego que significa camino
a través de razones, hacia la construcción de una verdad posible.
Diálogo que nosotros como docentes debemos promover en las aulas, la
circulación de la palabra, a través de la cual le dejamos un legado a otro.
Vuelvo a retomar palabras que me resuenan como palabra, construcción, camino. Debemos proponernos y lograr que los
chicos construyan caminos, se expresen, piensen, reflexionen. Si bien tenemos que
tener un papel neutral debemos acompañar, ayudar a reflexionar, a poner en
palabras lo que los más chiquitos quieren decir. Es un desafío, que como dice
Gustavo elegimos libremente al formarnos en esta profesión.
Otra de las cosas que tomo de la
conferencia, que me parece importante es el tema de la pasión, la cual acompaña a la razón al dialogar y la ideología que permite que nos
posicionemos, defendamos posturas y confrontemos con los demás. Esto que forma
parte del diálogo y lo atraviesa, se da en un espacio y un tiempo. Nosotros
tenemos que fomentarlo y algo con lo que coincido con Gustavo es que a hoy en día no
sé si “no hay diálogo” pero si creo que hay poco, ya que por falta de tiempo no
nos permitimos pensar juntos, también consideramos urgente ciertas situaciones
postergables o menos importantes y no damos lugar a la reflexión y a la toma de
desiciones.
Pensando sobre esto y recordando una charla que tuvimos durante la jornada docente en mi trabajo, algo en lo que coincidimos fue en la falta de tiempo para jugar con los chicos, de compartir ese momento con ellos, espontáneo, momento para disfrutar y dónde aparece el diálogo cotidiano. A veces por obligaciones como entrega de informes, carpetas, por preparación de trabajos, muestras, entre otras cosas dentro de las responsabilidades y obligaciones diarias de la sala nos perdemos estos momentos, como tantos otros en dónde podríamos dialogar, intercambiar ideas, escuchar y compartir con el otro. Creo que es algo a trabajar de suma importancia y que no debemos dejar pasar. Son momentos ricos que estamos postergando y desaprovechando.
Pensando sobre esto y recordando una charla que tuvimos durante la jornada docente en mi trabajo, algo en lo que coincidimos fue en la falta de tiempo para jugar con los chicos, de compartir ese momento con ellos, espontáneo, momento para disfrutar y dónde aparece el diálogo cotidiano. A veces por obligaciones como entrega de informes, carpetas, por preparación de trabajos, muestras, entre otras cosas dentro de las responsabilidades y obligaciones diarias de la sala nos perdemos estos momentos, como tantos otros en dónde podríamos dialogar, intercambiar ideas, escuchar y compartir con el otro. Creo que es algo a trabajar de suma importancia y que no debemos dejar pasar. Son momentos ricos que estamos postergando y desaprovechando.
La reflexión anterior me lleva a algo
que dijo Gustavo durante la conferencia, “el
niño ve la posibilidad de hablar si el adulto le demuestra que puede hablar con
él y no para el”, para esto, como él plantea, el adulto debe mostrarse
disponible para escuchar y a la ves abstenerse para que el niño se pueda
expresar. ¿En el día a día nos disponemos corporalmente para hablar con los
niños?, ¿Cuántas veces nos mostramos indiferentes, apurados, dejando pasar oportunidades
en las cuales el niño se sienta escuchado?.
Creo que esta falta de tiempo tanto
para dialogar como para reflexionar, puede desencadenar en lo que Gustavo
expresó como “empeorar” haciendo
referencia a la situación de un niño. Yo considero que no solo con las
palabras, sino también con la indiferencia podemos cerrar puertas y caminos,
afectar la vida de un niño, ser partícipes de situaciones conflictivas las
cuales podríamos mejorar con nuestra intervención. Esto me recuerda a mi documento
pedagógico, en el cual la docente a través de su indiferencia, de su
naturalización no mejoró, ni demostró interés en lo que el niño expresaba, empeorando
su situación ya que ese chico que se animó a poner en palabras la situación
violenta que vivía en su hogar se sintió una vez más ignorado, solo e
indefenso.
¿Cuántas veces nosotros transitamos
por situaciones como estas y mostramos indiferencia?, no digo que al mismo nivel de gravedad pero ante
expresiones de los niños cotidianas, en las cuales nos transmiten sus
inquietudes, miedos, deseos, nos comportamos así, indiferentes. No le doy una
connotación cruel, ni lo relaciono con la maldad, pero si creo que es algo que todos tenemos que
reflexionar y debemos tomarnos nuestro tiempo para considerarlo y replantearlo.
No solo somos
docentes que creamos andamios entre el niño y el concimiento sino que también somos
tranmisores de valores. Como dice Trilla, citado por Gustavo, la escuela debe
ser deliberante para los valores compartidos y neutral en las controversias
legítimas. Excepto con los nostravalores (valores que no son aceptados
socialmente) y posiciones ilegítimas. Y a mi parecer la violencia esta dentro
de estas últimas categorías.
Por último quiero hacer referencia
a las controversias valorativas, las cuales aparecen durante el díalogo y en
las cuales como docentes debemos tener una postura activa ya que debemos tratar
que los niños piensen y pedagógica ya que no debemos imponer nuestro modo de
ver y debo ser abierto a la escucha aunque del otro lado reciba ciertas cosas
que pueden no gustarme.
Para cerrar este post, quisiera
tomar una frase que leí y me gustó mucho:
Bendita la palabra que nace cuando se abre una puerta, un recuerdo, una
herida…
¿Estamos listos para escucharla?
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